lunes, 30 de mayo de 2011

...

Adoro esos días como hoy... días en los que amanece con una fría brisa y el cielo grisáceo, en algún momento el sol comenzará a asomar sus rayos entre las nubes...

Un manto gris oscuro comienza a cubrir el cielo, no sé porqué el cielo hoy no se encuentra bien, se encuentra inestable, tiene ganas de llorar, pero quiere combatir esa pena mostrándonos su radiante sonrisa con fondo azul, pero no se encuentra tan bien... y como un hipócrita nos muestra su sonrisa con un fondo gris...
Su sol quema y su brisa congela... inestable... como yo, pero hoy precisamente no.

Las calles están inundadas de un nuevo aire, un aire fantástico, el día es distinto, maravilloso, tiene cierto aire de magia, vuelvo sentirme como esa niña de cinco años, fácil de impresionar, gran ilusa.

Voy paseando por ese gran lugar que de por sí tiene magia propia, pero hoy está más radiante que nunca, resplandece y lo mejor es la compañía, me siento como ese niño con su gran amigo imaginario al que agarra tan fuerte con su mano, aquel que tanto le escucha, que tantas veces le ha secado las lágrimas, que tanto le ha acompañado en sus malos momentos.

En la puerta de ese gran castillo como en un cuento, como salidos de una caja de regalo en navidad, un montón de soldaditos de plomo con vista al frente y todos al unísono, mismo gesto, misma expresión, desfilan de un lado para otro con un rumbo definido en sus cabecitas.

Sigo caminando por este precioso lugar. Dos raros trolls que parecen tener malas intenciones asustan con sus gruñidos a aquellas personas de lenguaje extraño a los que nadie entiende.

Huyendo de esos seres, entre la multitud un pequeño chico Álvaro se llamaba, se encuentra con el que será su mejor amigo un perro peludo, muy blandito y confortable de nombre, Tutú.

¡Mira! Mira quien viene danzando, con un dulce vestido rosa, pomposo, cual tarta de fresa, una pequeña bailarina de negro pelo azabache, girando y girando, con gráciles pasos por mi lado ha pasado distrayendo mis pensamientos.

Y allí a lo lejos, uno de los soldaditos de esa caja de cartón, se ha desviado de su camino, me dijo que andaba buscándome como un príncipe en su corcel en busca de su princesa.
En un paseo me acompañó, y cual pájaro que revolotea en mi cabeza, libre me sentía. Mis brazos le rodeaban, su brazo en mi cintura, mientras, nuestras miradas se cruzaron. Sus ojos de un color intenso inundaron mi corazón.

Cada uno de mis días es nuevo cuento, todo gracias a tí. Gracias por esa pizquita de magia que le das a mis días (L)

1 comentario:

  1. el soldadito no se desvió de su camino, TU eras su camino, son todos los demas los que se desviaban ...

    ResponderEliminar